domingo, 10 de enero de 2016

Habla un gato


¿Carámbano?

Entre maullidos descubro que Carámbano no era solo una palabra. Carámbano era un gesto, un mohin, una manera firme de ver la realidad. Y no me deja de sorprender. Y eso que a los gatos no nos sorprende nada.

A Carámbano le dejé postrado en un Servicio de Señoras, de eso hace mucho tiempo, postrado allí como el que se postra ante un altar catedralicio de las Catedrales del Mar. En mesa sacra con sacras intenciones textuales.

Y Carámbano engatusó, porque Carámbano también es un gato de hielo, a las personas que confiaron en él. Y de repente, como milagro o como sin querer, a Carámbano le salió voz de mujer, posiblemente Carámbano era una mujer, como casi todo, y por ello Carámbano ahora tiene voz de mujer, entre SEIS cuerdas vocales, a veces CUATRO.

Y un contrabajista, o un percusionista… y todas las bandas del mundo que en biblioteca de amor siempre han de sonar. El acordeonista vuelve a sonreír, a pesar de sus dientes amarillos.

Ahora llueve, llueve sin querer, la única manera posible de llover. Es 2016, y en Carabanchel regresan las gotas heladas, las notas heladas de un Carámbano que se olvidó de existir durante un tiempo ilimitado en aquel Servicio de Señoras. Ahora llueven todas esas cosas que guardé para ti.

Un lujo es que de nuevo en aquel hospital olvidado las enfermeras vuelvan a acribillarme a balazos, aunque ahora sea 2016, un lujo es que de nuevo esas enfermeras vuelvan a comerme el corazón, porque también lo hacen sin querer.

Carámbano, como el horizonte, como el límite, como el tiempo o el espacio no es fácil de enjaular, ni siquiera de comprender, de ahí aquello de saborear metáforas líquidas de fresa, naranja o de dulce sabor a limón. Carámbano es un helado para todos los niños y niñas del mundo, que tras desenvolverlo de su papel descubren la golosina perfecta del mundo, sobre todo porque es la golosina que en este preciso instante tiembla entre sus manos infantiles.

Al escritor, siempre le pesará para siempre eso de tener que escribir, pero imagina, sobre todo lo imagina cuando no quiere ni tiene ni puñeteras ganas de imaginar, que seguirá escribiendo para siempre.

Todo merece la pena de alguna manera. Todo.

Habla un gato.





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