viernes, 7 de agosto de 2015

Carámbano levantó la cabecita, creo, en el trastero de las cosas guardadas

Treintaytrés! Hubiera gritado el señor Celsius un día como éste hace un porrón de años. Sin que médico alguno se lo mandara.
Es que un día como éste es mal día para llevar de paseo a un niño, a un abuelo, a una muela, y a un carámbano también.
Así que el trozo de hielo mitológico brillaba por su ausencia, aunque enseguida vino a sentarse a la mesa, digamos su esencia. Gotitas de agua ligeras como nubes empezaron a llorar desde arriba, desde el emparrado. Mojando a una que otra espalda, que no se dieron cuenta de ello hasta el final de la reunión.
"Para la siguiente me traigo un champú". Es buena idea. Y una sudadera.

En la reunión informal, en forma de rombo huérfano de un lado, llovió, sin querer. Llovieron emociones y lágrimas de acordeón. Llovieron sonrisas y risas, a mansalva. Llovieron sueños, recuerdos, llamadas telefonicas entre mudos y sordos, llamadas no respondidas o nunca recibidas.
Canapés, llovían uno tras otro, con acento brasileño.

Ocurrió ayer, en una terraza a dos manzanas del muro de las trece rosas, a un paso del templo de las ilusiones.
En el cruce de santos y santones.

Listos para el viaje, se envolvieron los sueños en papel albal.
Listos para el viaje, empezamos a viajar nuestros viajes transparentes, con una voz en off, profunda y cálida, como guía de un mundo donde solo se nos permite entender algo, y donde algo no lo entiende nadie. Ni el brasileño ese de los canapés, ni un pastor alemán.

Carámbano. Curiosa palabra...

Carámbano levantó la cabecita, creo, en el trastero de las cosas guardadas.
Levantó la cabecita, se dió un masaje al cuello , maltrecho, luego volvió a descansar.
Y dijo:
"Demasiado calor todavía. pero un día de éstos, me despertaré. Entre lluvias ocres y azuladas."



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