sábado, 2 de noviembre de 2013

Poema para cierta inquilina (A modo de carta intencionada)



Esta mañana abro la ventana y resulta que hace sol, tal vez hasta calor para las fechas que corren. Me pondré unas gafas de sol para ese sol, me haré una coleta de madera y saldré a pasear. Hoy hace un bonito día para todo.

Una mañana rara del mes de noviembre, un mes raro con su mañana incluida. Noviembre yo creo que no es un mes de este calendario, poco tiene que ver con el resto de los meses. Yo creo que noviembre no es un mes en realidad. Noviembre es un paseo, una mirada furtiva detrás de un árbol, una carta escondida en un cajón escondido, un cromo despegado, un cronómetro marcha atrás, un duende exagerado, un vómito del rey de las nubes, una cascada de bolas de billar, un latido desacompasado y sin actitudes, una herramienta del juglar, una flecha de punta roma, un antifaz de pirata tuerto, un texto sin punto y sin coma, una cremallera del pantalón de cualquier muerto, un piar de pájaros en tu ventana que se abre y resulta que hace sol.

En el cruce de la Senda de los Tilos con la Senda del Agua me detuve, hacía calor y comencé  a rememorar la tarde noche de ayer. Un carámbano acogido por una inquilina amable y hasta hermosa, un poco ruidosa y revoltosa.

Un pasillo semioscuro lleno de ojos y hasta de oídos curiosos. Un eclipse de luna que se viene abajo, dos bueyes tirando de un carro, un técnico de electricidades trabajando a destajo, unas gotas de lluvia, ese gato que no hay quien le dome, un minuto de olas golpeando un silencio que todo lo enturbia, buenas personas, buenas vibraciones, una escalera y sus carcomas, y por lo menos un millón de canciones.

Ayer fue una buena tarde. Ayer se cumplió esa máxima que nos trata de convencer que el tiempo no existe. O tal vez el tiempo, a lo sumo, solo sea otro mes anodino del calendario.

Cuando Carámbano, ya de anochecida, salía por la puerta de esa inquilina, llevaba bajo el brazo una carpeta repleta de sentimientos y una propuesta para esa dama que durante una tarde otoñal le acogió, la de hacerle un poema, la de cantárselo al oído… y ella lo aceptó.

Yo les escuché, que estaba al lado.

Dejando atrás el cruce de la Senda de los Tilos con la Senda del Agua comencé a pensar en las cosas. En las cosas que nos  recorren el camino. Camino lleno de cosas, de opiniones, de guitarras, de ilusiones, de zamarras, de transacciones, de pulsiones, de ocios, de deudas, de osos y de negocios.

Palabras.


La palabra  negocio lleva asociada una cierta dosis de no buenas sensaciones, sin embargo ayer pude comprobar que también los negocios pueden ser hermosos. En realidad este “negocio” que destila poesía y otras sutilezas es algo hermoso, te lo prometo.

(J + S, noviembre 2013)





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